martes, 14 de noviembre de 2017

MEDUSA

El mito de Medusa (en griego antiguo Μέδουσα, 'guardiana', 'protectora') cuenta la historia de Medusa, un monstruo con cabello de serpientes que podía convertir en piedra a aquellos que la miraban fijamente a los ojos y que fue decapitada por el héroe Perseo mientras dormía


viernes, 15 de septiembre de 2017

LOS NOMBRES DE LOS ROMANOS 

(de Almacén de clásicas)
INTRODUCCIÓN

La manera en que son nombrados los ciudadanos de un país nos ofrece una información añadida sobre ellos, pues muchas veces son indicadores de una clase social determinada; o pueden ser una marca social que informa de un nacimiento fuera del matrimonio o incluso de un abandono; o incluso pueden informarnos del estado civil de una mujer (p.e. hasta casi finales del siglo pasado la mujer española, aunque civilmente no perdía sus apellidos al casarse, sin embargo, era socialmente conocida como “Señora de …..” y detrás de ese “de” figuraba el apellido del marido; de igual manera tenía la opción de sustituir el segundo apellido por el del esposo precedido de un “de”, para señalar su estado de mujer casada, p.e. Teresa López López era Sra. de García y también podía identificarse como Teresa López de García; o el caso de EEUU donde una mujer puede añadir los apellidos de sus sucesivos esposos detrás del suyo o sustituyéndolo, p.e. Jaqueline Kennedy Onassis, viuda del presidente J. Kennedy y del magnate griego A. Onassis, de soltera Jacqueline Bouvier).

En España, y en un grán número de países, los hombres y las mujeres figuramos inscritos en el registro civil con uno o varios nombres “de pila” y dos apellidos; el primero de ellos generalmente se corresponde con el primer apellido del padre y el segundo suele ser el primer apellido de la madre. Además es frecuente tener otro nombre con el que somos conocidos en la familia o en ambientes muy cercanos afectivamente; se trata generalmente de un diminutivo o de un hipocorístico del nombre propio (Carmencita, es el diminutivo de Carmen y Paco, es el hipocorístico de Francisco); en algunos lugares podemos encontrar añadido al nombre “real” un apodo, propio o heredado, que puede llegar a sustituir al nombre y apellidos reales como forma de identificación ( “beerman” p.e. es el apodo con el que es conocido un personaje amante de la cerveza o “el hortelano” p.e. era el apodo del nieto porque su abuelo tenía una huerta); también en algunos ambientes marginales, policiales, periodísticos o clandestinos leemos o escuchamos un “alias” (sobrenombre, del latín: alius-a-ud, otro) inmediatamente detrás del nombre y apellido/os o como sustitutos de éste (Jaime Arce, “el Solitario” en los ambientes policiales y periodísticos o Felipe González, “Isidoro” en la época de la clandestinidad).

“EL NOMBRE Y LOS APELLIDOS” ENTRE LOS ROMANOS: PRAENOMEN, NOMEN Y COGNOMEN

Praenomen

La palabra praenomen está formada por el prefijo prae- ("antes de") y el sustantivo nomen ("nombre de la familia") y,como indica su significado, iba situada antes del nomen, es decir, antes del “apellido familiar”. Al igual que nuestros nombres era el único que el pater familias, podía elegir y también, como en nuestro caso, ocupaba el primer lugar en el orden de identificación. Pero, a diferencia de la actualidad en que hombres y mujeres tenemos un nombre de pila, éste  nombre personal latino era dado exclusivamente a los varones recién nacidos, siempre que fueran de condición libre y hubieran sido reconocidos por el padre de familia; solía elegirse un nombre habitual en la familia: el nombre del padre, en el caso del hijo primogénito, o el nombre de algún antepasado, en el caso de los restantes hijos varones.

Su uso también difería del actual. Nosotros nos relacionamos normalmente con nuestros nombres y, excepto en ocasiones muy formales, es poco frecuente dirigirnos a alguien por el apellido. Para los romanos, por el contrario, era una forma muy íntima de llamar a alguien, y, por eso, su uso quedaba restringido a la familia o a un círculo de amistades muy cercanas.

Tampoco hay coincidencia en la abundancia de nombres de pila que hay en la actualidad y las escasas decenas de praenomina (plural de nomen) latinos, algunos de los cuales eran de uso exclusivo de determinadas familias. Generalmente, cuando son citados por escrito en las inscripciones o en los documentos, figuran de forma abreviada y puede darse el caso de encontrar abreviaturas diferentes para un mismo praenomen, dependiendo de la fuente de procedencia.

Los praenomina más frecuentes y sus correspondientes abreviaturas son:

Abreviatura
Nombre
Abreviatura
Nombre
Abreviatura
Nombre
Abreviatura
Nombre
A.
Aulus
K.
Kaeso
Mam.
Mamercus
Sex.
Sextus
Ap.
Appius
L.
Lucius
N.
Numerius
Sp.
Spurius
C.
Caius (Gaius)
M.
Marcus
P.
Publius
T.
Titus
Cn.
Cnaeus(Gnaeus)
M'.
Manius
Q.
Quintus
Ti.
Tiberius
D.
Decimus


Ser.
Servius


Algunos praenomina eran utilizados únicamente dentro de una determinada gens, p.e: Kaeso y Numerius eran usados por la Gens Fabia,   Appius  por la Gens Claudia o Mamercus por la Gens Aemilia.

    Nomen

    El nomen de los romanos es el equivalente a nuestro primer apellido y era compartido por todos los miembros de una familia, transmitiéndose de padres a hijos.  Se trata de un gentilicium o nomen gentile (de gens-gentis, f, familia, linaje), que indica la pertenencia a una determinada gens o clan familiar. Hace referencia al primer antepasado común del clan y en el caso de algunas familias romanas patricias éste podía remontarse a los primeros pobladores de Roma e incluso más atrás, como la gens Iulia, a la que perteneció por linaje Cayo Julio César y por adopción el emperador Augusto, cuyos miembros decían descender de Julo Ascanio, el hijo de Eneas, nieto de la diosa Venus y el mortal Anquises. Ejemplo de algunos nomina de personajes romanos más o menos ilustres son: 

    Albanius
    Antonius
    Aurelius
    Calpurnius
    Claudius
    Cornelius
    Fabius
    Flavius
    Horatius
    Hortensius
    Iulius
    Iunius
    Iustus
    Lucius
    Lucilius
    Marius
    Octavius
    Ovidius
    Petronius
    Sallustius
    Sergius
    Tullius
    Valerius
    Vergilius


    El nombre de la gens era el nomen en femenino (Albanius pertenece a la gens AlbaniaAntonius a la gens Antonia, Valens a la gens Valentia, etc) y los miembros podían ser designados con el nomen en plural: los Albanii son los miembros de la gens Albania, los Antonii lo son de la gens Antonia, los Valentes pertenecen a la gens Valentia...

    Este nombre de familia era el que se usaba en la mayor parte de las circunstancias, en el caso de las mujeres porque era el único que poseían y en el caso de la mayoría de los ciudadanos porque carecían de un tercer nombre, cosa que sí poseían los ciudadanos patricios (aristócratas).

    Cognomen

    lapidaEl cognomen era un segundo nombre familiar e indicaba la rama concreta a la que se pertenecia dentro de una gens, p.e. Caius Julius Caesar y y el emperador Flavius Julius Valens pertenecían a la misma gens, la gens Iulia, pero uno pertenecía a la rama de los Caesarii y el otro a la de los Valentes.

    El cognomen era en sus orígenes un apodo que se adjudicaba por las más diversas razones: por un objeto asociado a una anécdota (Praetextatus = el de la toga pretexta; Scipio = el bastón; etc.); a un defecto físico (Caecus = ciego, Cicero = el garbanzo, Claudius = cojo, , etc.); a una característica física (Escaurus = el de los ojos verdes, Caesar = peludo, etc ), etc. Muchos de estos apodos se transmitieron de generación en generación hasta convertirse en un segundo nombre familiar que, como he dicho antes,  identificaba una rama concreta de una familia.

    Es difícil saber cuando comenzaron a utilizarse los cognomina socialmente. Empiezan a aparecer en documentos oficiales y legales hacia el año 100 a.C, lo cual explica que encontremos en épocas anteriores a esta fecha ciudadanos de prestigio designados únicamente por el nomen y el praenomen. Si en alguna ocasión encontramos un tercer nombre, suele tratarse de un agnomen o de un cognomen ex virtute, esto es, un título que se otorgaba de forma personal a un personaje bien por sus méritos o bien por una característica personal de su portador.

    Durante los últimos años de la República y a lo largo de todo el Imperio, los ciudadanos romanos que tenían los “tria nomina” (los tres nombres) solían pertenecer, aunque no siempre, a clase social patricia, a la aristocracia romana. Esto explica que personajes tan fundamentales en la historia de Roma como Caius Marius o Cnaeus Pompeius tuvieran únicamente el nombre de pila y el nombre general de la familia. No obstante, cuando un plebeyo se convertía en un "nuevo rico" o en un político o militar destacado, podía obtener un cognomen adoptivo, p.e. Caius Marius cuando toma el cognomen de Caesar al contraer matrimonio con la tía de Julio César.

    En la vida cotidiana, entre comerciantes y negocios, entre colegas y compañeros sería el cognomen lo que se utilizaría para referirse a una persona -y en caso de que careciera de cognomen se utilizaría su nomen-. Cuando se hablaba en un ámbito estrictamente formal, como por ejemplo las sesiones del Senado, generalmente se referían a la persona por sus tres nombres, es decir, su tria nomina.


    Cuando un pater familias no tenía descendencia masculina tenía la posibilidad de adoptar un hijo que continuara la gens. Éste tomaba los tria nomina del adoptante y añadía un cuarto nombre que era su antiguo nomen transformado en adjetivo: el emperador Augusto antes de ser adoptado por Caius Julius Caesar se llamaba Caius Octavius Thurinus. A la muerte de Julio César pasó a llamarse Caius Julius Caesar Octavianus. El sobrenombre de Augusto le es añadido al ser nombrado emperador.

    Algunos personajes conocidos con los tres nombres son

    Cicerón: Marcus (M.) Tullius Cicero
    Julio César: Gaius (C.) Julius Caesar
    Virgilio: Publius (P.) Vergilius Maro  
    Ovidio: Publius(P.) Ovidius Naso

    Ver lista con algunos de los cognomina más frecuentes ▼

    Cognomen ex virtute

    Los hombres con dos o tres nombres podían recibir oficialmente un cognomen ex virtute, esto es, un nombre adicional "honorífico" (agnomen), que usaban por el resto de su vida pero que normalmente no transmitían a los descendientes. Este sobrenombre les era otorgado por alguna hazaña militar sobresaliente o por alguna característica personal destacada, siendo generalmente intransferible:

    Pompeyo: Gnaeus (Cn.) Pompeius Magnus ("El Grande")
    Escipión: Publius (P.) Cornelius Scipio Africanus ("Conquistador de África")
    Publius Cornelius Sulla Felix ("El Afortunado")

    Cuando las hazañas del personaje eran espectaculares, los descendientes a veces conservaban el agnomen durante un número de generaciones, generalmente hasta que se extinguía el recuerdo de la hazaña gloriosa del antepasado. Por ejemplo Publius Cornelius Scipio, después de sus victorias militares en África, pasó a llamarse Publius Cornelius Scipio Africanus. Como este era un agnomen, su hija, la madre de los mismísimos hermanos Graco, era conocida como Cornelia Africana; sin embargo los hermanos Graco, nietos del Africano, no heredaron dicho agnomen.

    Había familias que, al carecer de un cognomen, mantenían el agnomen  a lo largo del tiempo, hasta que llegaba a convertirse en un cognomen y a ser usado como tal.

    EL NOMBRE DE LAS MUJERES EN LA ROMA ANTIGUA

    En los primeros tiempos de la República las mujeres generalmente sólo recibían el nombre de la gens a la que pertenecían, que era la versión femenina del nomen paterno. Por ejemplo la hija de un Julius se llamaría Julia, en caso de una segunda hija la mayor se llamaría Julia Maior y la menor Julia Minor; en caso de que nacieran más hijas se llamarían Julia Prima, Julia Secunda, Julia Tertia.

    En el final de la República y en la época imperial las mujeres pasan a heredar el cognomen paterno, pero en su versión femenina, como ya lo venían haciendo los hijos varones. Por ejemplo, la esposa de Augusto, Livia Drusilla,  era hija de Marcus Livius Drusus y heredó tanto su nomen (Livia) como su cognomen en su versión femenina (Drusilla). También en la época imperial si una mujer había sido hija o nieta de un hombre distinguido no cambiaba su nomenpor el de la gens de su marido al contraer matrimonio (pero si se casaba con un hombre de linaje más distinguido podía cambiarlo y tener mejor posición social ), es el caso de Julia, la hija del emperador Augusto, casada con Marcus Vipsanius Agrippa. La primer hija de este matrimonio es llamada Julia y no Vispsania, ya que el nomen de la gens Julia era de mayor prestigio que el de Vispsanius.

    EL NOMBRE DE LOS ESCLAVOS Y DE LOS LIBERTOS

    Un esclavo podía tener un nombre dado por su dueño o consevar su antiguo nombre, en el caso de que hubiera sido capturado. Si llegaba a obtener la libertad y por tanto a convertirse en liberto toma el praenomen y el nomen de su dueño o el del padre o esposo de su dueña, dejando su antiguo nombre como cognomen. Por ejemplo, el escritor Livio Andrónico fue el pedagogo de los hijos de la gens Livia. Cuando sus dueños le concedieron la libertad, adoptó el nomen de Livio conservando como cognomen su antiguo nombre de esclavo: Andrónico.

    Mitos y leyendas 11 Edipo. La fuerza del destino (11/11)

    Mitos y leyendas 10 Prometeo (10/11)

    Mitos y leyendas 9 Eneas (9/11)

    Mitos y leyendas 8 Perseo (8/11)

    Mitos y leyendas 7 Orfeo (7/11)

    Mitos y leyendas: Medea


    Mitos y leyendas: Dédalo.


    Mitos y leyendas: Hércules.

    Mitos y leyendas: Electra


    Mitos y leyendas: Ulises.


    MITOS Y LEYENDAS.


    FUNCIONES DE LOS CASOS EN LATÍN

    FUNCIONES DE LOS CASOS EN LATÍN



    lOS CASOS LATINOS. NOMBRES Y FUNCIONES DE LOS CASOS

    Como acabamos de ver un  caso es una variación de la palabra que se corresponde con una o varias funciones sintácticas.  En latín existen seis casos que expresan las siguientes funciones sintácticas fundamentales:

    NOMBRE DE LOS CASOS
    FUNCIÓN SINTÁCTICA
    NOMINATIVOCaso del sujeto, del atributo y de algunos complementos predicativos
    VOCATIVOCaso de la llamada o invocación
    ACUSATIVOCaso del complemento directo y del complemento predicativo. También puede desempeñar la función de c.circunstancial  con o sin preposición
    GENITIVOCaso del complemento del nombre y del complemento de régimen de algunos verbos  que exigen genitivo
    DATIVOCaso del complemento indirecto y del complemento de régimen de algunos verbos que exigen dativo
    ABLATIVOCaso del complemento circunstancial, con o sin preposición y complemento de régimen de verbos que exigen ablativo

    GRAMÁTICA INICIAL

    1.- USO DE LOS CASOS EN LATIN

    2.-. ORDEN A SEGUIR EN LA TRADUCCIÓN DE LA FRASE LATINA

    3.- CONCORDANCIA.

    4.- VALORES DEL VERBO “SUM”


    PULSA AQUI

    Empezamos a traducir.


    ROMA NO PAGA TRAIDORES

    La tradición cuenta que el procónsul Quinto Servilio Cepión pronunció esta frase en el año 139 a. de C. para quitarse de encima a tres hispanos, Audax, Ditalcos y Minuros, que habían acudido a cobrar la recompensa que aquel les había prometido si asesinaban a su jefe Viriato. Por José Segovia

    La frase no aparece en las fuentes clásicas, aunque el hecho histórico sí fue narrado por algunos cronistas romanos, como Diodoro, Orosio y Apiano, entre otros. En esos textos, los autores muestran su rechazo a la estrategia que siguió el procónsul para deshacerse de Viriato, tan alejada de las virtudes romanas de honorabilidad y hombría en el combate. «Cepión compró la victoria», escribe Valerio Máximo. En su crónica, Apiano asegura que el procónsul pagó a los traidores hispanos, pero que se negó a satisfacer sus restantes exigencias. En cualquier caso, la historiografía moderna afirma que la frase «Roma no paga traidores» podría ser una invención para demostrar la rectitud moral de los generales patrios, que nunca habrían aprobado el soborno a rebeldes para que dieran muerte a su jefe. Pero ¿quién era Viriato?

    Fue la respuesta del procónsul romano a los que pedían la recompensa por haber matado a Viriato

    En el colegio aprendimos que era un pastor lusitano que se convirtió en una verdadera pesadilla para los romanos. Entre los años 147 y 139 a. de C. utilizó la guerra de guerrillas contra las tropas romanas, a las que hizo morder el polvo en varias ocasiones. Empleaba el recurso de la huida fingida del campo de batalla, para después emboscarse y golpear a los romanos en su retaguardia. Nunca buscó el ataque directo ni la conquista de los territorios enemigos, sino el saqueo y el botín.
    Máximo Serviliano Cepión firmó un tratado de paz con Viriato que en uno de sus apartados otorgaba la independencia al territorio controlado por el líder lusitano. Pero en Roma algunos generales rechazaron el tratado de paz por considerarlo una cesión inaceptable ante los rebeldes y presionaron a los senadores para que sustituyeran a Serviliano Cepión por su hermano Quinto Servilio Cepión. El nuevo procónsul reactivó la guerra contra los lusitanos y urdió el plan para que tres de ellos asesinaran a su líder. La figura de Viriato ha llegado deformada a nuestros días gracias a los autores clásicos, que lo describieron como el «Aníbal bárbaro» o el «Espartaco hispano».

    Símbolo nacionalista

    Viriato -el protagonista de esta historia- ha sido considerado un héroe nacional en Portugal. La dictadura de Salazar lo convirtió en símbolo y, desde el s. XVI, se lo asocia a la idea de una Lusitania embrión del Portugal primigenio.

    Figura del Siglo de Oro

    En su obra La Arcadia, Lope de Vega trató a Viriato como un guerrero de carácter mixto, tanto español como portugués. Quevedo también se inspiró en su figura para algunos de sus poemas, y Cervantes lo menciona en distintas obras.

    DE ROMA, mujeres, amor, y vida....

    ¿Los romanos eran tan licenciosos como se cree? ¿Iban de bacanal en bacanal? Uno de los máximos expertos, el francés Paul Veyne, desmiente los tópicos sobre el poder, el sexo y la muerte en la tierra de los césares. Por Carlos Manuel Sánchez / Fotos: Cordon Press y Album

    CORRUPTÍSIMA REPÚBLICA

    Es costumbre presentar al ciudadano romano como el modelo de las virtudes republicanas, pero la desigualdad social y la corrupción eran rampantes. Existían impuestos, pero los ricos se preocupaban de quedar exentos, desgravándose a sí mismos sus gastos suntuarios. Élites riquísimas sufragaban anfiteatros, acueductos, todo un aparato arquitectónico deslumbrante e inútil en el que, para nosotros, los turistas, se resume la civilización romana. ¿Por qué inútil? Porque los acueductos apenas servían para alimentar algunas fuentes y los baños públicos. Es un gasto gigantesco, comparable al que se hacía en la Edad Media con las catedrales. Cinco o seis millones de hombres y de mujeres eran libres y ciudadanos. También había un millón o dos de esclavos.

    LA MAFIA: AQUÍ NACIÓ LA CULTURA DEL “PELOTAZO”

    Los potentados se rodeaban de tipos de confianza a los que sobornaban. Constituían auténticas mafias. El capo mafioso antiguo mantenía una relación personal con cada uno de sus clientes: componían su gran familia… ¿Para qué servía esa trama? Para jalear al gran personaje, que se sentía importante. Todas las mañanas cien personas se presentaban para saludarlo a la hora del desayuno y a cambio recibían la moneda con la que comer.

    El machismo reinaba, pero que la mujer fuese infiel no era un hecho ridículo, sino desafortunado

    El Imperio romano era el paraíso del pelotazo. La aristocracia entera se dedicaba a la especulación. Los nobles redondeaban sus fortunas especulando sobre los productos más diversos; incluso los gladiadores eran una mercancía preciosa y el propio Cicerón “jugaba en la Bolsa” con la compraventa de combatientes.

    EL SEXO: MUCHO MENOS DEL QUE NOS CONTARON

    Los romanos eran mucho más comedidos en sus relaciones sexuales que nuestros coetáneos. No sólo se debía hacer el amor de noche, sino que estaba excluido que la mujer se desnudara del todo, y ni hablar de que la habitación estuviese iluminada. Las atrevidas pinturas descubiertas en Pompeya servían para compensar posibles frustraciones. El asunto de los cuernos era insustancial. De haber preocupado a los romanos, Catón, César y Pompeyo se contarían entre los más ilustres cornudos. Un marido era dueño y señor de su mujer, así como de sus hijas y de sus criados. Que su mujer fuese infiel no era un hecho ridículo, sino desafortunado, ni más ni menos que si su hija se quedaba embarazada o si uno de sus esclavos no cumplía con sus obligaciones. La prostituta es una figura familiar en las calles.

    La cultura del ‘pelotazo’ regía la vida política, pero las costumbres amorosas no eran tan libertinas

    El aborto no era un delito. Los romanos, además, practicaban el infanticidio y el abandono de niños. El infanticidio de los pequeños esclavos era algo habitual. Cuando una esclava se quedaba embarazada de su señor, se preguntaba, angustiada, si éste permitiría dejar con vida al niño o mandaría matarlo. En cuanto al abandono, lo practicaban tanto los ricos como los pobres: éstos, con el deseo de que un benefactor recogiera al desdichado bebé; los ricos, cuando albergaban dudas sobre la fidelidad de su mujer, o bien cuando el nacimiento de la criatura podía alterar el reparto del testamento. También se abandonaba a los niños en señal de protesta política.
    No es exacto que los paganos trataran la homosexualidad con indulgencia. Establecieron distinciones que no tienen nada que ver con las nuestras: actividad o pasividad; hombre libre o esclavo. Sodomizar al propio esclavo era inocente. En cambio, se consideraba monstruoso que un ciudadano se prestara a placeres servilmente pasivos. Un colosal desprecio recibía el adulto libre que fuera homófilo pasivo o, como se decía entonces, impudicus. Los homófilos pasivos eran expulsados del Ejército. La sociedad romana no perdía el tiempo preguntándose si tal persona era homosexual o no; en cambio, prestaba un gran interés a detalles nimios de indumentaria, dicción, gestos y andares para hacer blanco de su desprecio a todo aquel que delatara falta de virilidad. El Estado prohibió incluso los espectáculos de ópera porque eran poco viriles, a diferencia de la lucha de gladiadores.

    LOS GLADIADORES: MORIR Y MATAR POR LA FAMA

    Tampoco es cierto que los gladiadores entraran en la arena diciendo: «César, los que van a morir te saludan». Por otra parte, el combate era más extraño y espantoso de lo que creíamos. Los gladiadores eran siempre voluntarios: luchaban porque querían. Ahora bien, lo que el público anhelaba era que el presidente del espectáculo diera la orden de degollar al vencido. Pero resulta que, la mayoría de las veces, el vencido no estaba herido; estaba más bien grogui; y conservaba sus armas. Entonces, ¿por qué se consideraba que estaba derrotado? Porque él mismo se reconocía como tal. Era su última oportunidad de salvación, puesto que se creía inferior a su adversario, o bien porque pensaba que el agotamiento nervioso o físico iban a poder con sus fuerzas, o bien el pánico o, sencillamente, estaba asqueado. Y la única oportunidad que le quedaba era alzar el dedo y encomendarse a la clemencia del público.

    Los combates de gladiadores eran el porno de la antigüedad. El espectáculo atraía y causaba horror

    Los gladiadores luchaban pertrechados con un buen equipo protector: escudos, corazas, cubrepiernas y cascos más integrales aún que los que llevan nuestros moteros; el combate podía ser largo y se decidía por el cansancio, la hipoglucemia o el desánimo. El momento supremo no era un hábil golpe de espada, sino la decisión soberana del público. No era un duelo donde las armas decidían. Su lógica consistía en empujar a un desgraciado a declararse, por propia iniciativa, derrotado y a poner su vida en manos de un gentío que se sentía todopoderoso en ese instante. En el siglo de Augusto, inicios de nuestra era, un gladiador encontraba la muerte en su décimo duelo; un siglo y medio después, en tiempos de Marco Aurelio, moría degollado ya en el tercer o cuarto combate. En semejantes condiciones ¿era fácil encontrar aficionados dispuestos a abrazar la carrera de gladiador? Sí, por apetito de gloria: los gladiadores célebres eran famosos. Había de todas las clases sociales: nobles, hombres libres y esclavos. Los nobles (incluso senadores) eran, sí, los menos, pues se consideraba un oficio infamante. 
    El espectáculo de la muerte violenta y de los cadáveres atraía a los romanos, pero al mismo tiempo les inspiraba horror; no por razones caritativas y altruistas (todos tenemos bastante fuerza para soportar el sufrimiento ajeno), sino porque de forma supersticiosa sentían miedo por sí mismos: la presencia de la muerte en la plaza pública los dejaba paralizados. Los combates de gladiadores desaparecieron a lo largo del siglo IV, cuando los emperadores se convirtieron al cristianismo.

    EL MATRIMONIO: EL CASO DE LOS MARIDOS FANTASMA

    Roma era una sociedad machista. La esposa era apenas una herramienta del padre de familia; engendraba niños y redondeaba el patrimonio. No tenía otra opción que «ser razonable», es decir, obedecer. Hubo una crisis de nupcialidad. Hacia el año 100 a. C., un censor declaraba: «El matrimonio es una fuente de preocupaciones, todos lo sabemos. Pero no por ello hay que dejar de casarse, por civismo». Y el emperador Augusto dictó leyes para animar a los ciudadanos a contraer matrimonio. La esposa era menos una compañera que un objeto. Dos patricios podían intercambiársela amistosamente. El matrimonio no se celebraba delante del equivalente a un sacerdote. Era un acto no escrito (sólo existía un contrato de dote). Era incluso informal. En suma, un acontecimiento privado, como entre nosotros lo es el noviazgo. Era, sin embargo, fundamental establecer si los cónyuges estaban unidos en justas bodas, puesto que el matrimonio creaba efectos de derecho. Los hijos nacidos de estas bodas eran legítimos y heredaban el patrimonio. La esposa era una niña grande a la que el hombre estaba obligado a tratar con respeto por su dote. Cicerón chismorreaba sobre los caprichos de esas adolescentes de por vida que aprovechaban la ausencia del marido, destinado a gobernar alguna provincia remota, para divorciarse de él y casarse de nuevo. Pues el divorcio era tan fácil de obtener y tan informal como el matrimonio. Bastaba con que el marido o la mujer quisieran divorciarse para que la separación fuese efectiva. Ni siquiera estaban obligados a avisar al ex cónyuge, y en Roma se dieron casos de maridos, como el emperador Claudio, que estaban divorciados sin saberlo.

    LOS EPITAFIOS: LA VENGANZA FRÍA DE LOS MUERTOS

    Los romanos leían los epitafios como quien lee las necrológicas de los periódicos. Había muchos aficionados a pasearse por los cementerios para estar a la última de los chismorreos, pues los epitafios, además, tenían un rasgo sorprendente: la brutalidad con que el difunto ponía en la picota a aquellos de quienes tenía alguna queja. También había una gran afición a los grafitis. En los muros de Pompeya se han descubierto varios miles de grafitis grabados con punzón en el yeso de las murallas, y no tienen nada que ver con dibujos escatológicos y vergonzantes: los pompeyanos escribían en las paredes para hacer reír a los paseantes, ostentar su ingenio o citar a los clásicos.

    Los epitafios eran la lectura favorita: el difunto ponía en la picota a sus rivales en vida

    Los romanos amaban a sus dioses con una pizca de ironía. Tenían superpoderes, como los personajes de los cómics. Pero el pueblo no se andaba por las ramas a la hora de criticar la conducta divina, como quien critica al Gobierno. A la muerte de Germánico, que era muy popular, la multitud fue a lapidar los templos, a semejanza de esos manifestantes que arrojan piedras contra las embajadas. Las diosas, por su parte, desempeñaban una función semejante a la de la prensa del corazón: Diana o Venus eran parte del star system de la época. Los dioses paganos se ocupaban de sus asuntos igual que los humanos de los suyos, y las dos razas sólo se relacionaban para su beneficio recíproco.

    ADRIANO


    Creemos conocer bien a los romanos. Son incontables los libros, las películas y los musicales que se han inspirado en un imperio que en su momento álgido en -117 d. C.- se extendía desde la actual Glasgow, hasta el desierto del Sáhara y desde el Atlántico hasta Basora. Pero ¿cuánto sabemos en realidad? No siempre es fácil determinar la realidad del imperio a partir de las crónicas históricas que han sobrevivido a los siglos, invariablemente partidistas, en función de quién las escribió y, sobre todo, para quién.
    Aunque a veces uno tiene la oportunidad de atisbar las verdaderas emociones de los romanos corrientes que vivieron a la sombra de tan extraordinario imperio. Por ejemplo, el descubrimiento de las Tablillas de Vindolanda, en las excavaciones efectuadas en aquel fuerte militar en 1973. Se trataba de un extraordinario archivo de escritos en madera que contenía documentos militares oficiales y cartas personales llenas de detalles cotidianos de la vida en el ejército. Los soldados se quejan del frío y de las enfermedades en ellas; mencionan la recepción de paquetes con calcetines y ropa interior, hablan de invitaciones a fiestas de cumpleaños… Detalles, sin duda, muy parecidos a los que figuran en los correos electrónicos que los soldados envían hoy a sus familiares y que revelan lo poco que han cambiado las cosas en casi 2.000 años. Es más, el norte de Inglaterra y Mesopotamia (la actual Iraq) fueron las fronteras septentrional y oriental del Imperio romano durante el mandato de este misterioso emperador. Adriano, en principio, nos resulta familiar, gracias a la exitosa autobiografía ficticia del personaje escrita por Marguerite Yourcenar, que lo retrata como un excéntrico, amante de la paz y de la civilización griega y más interesado por la arquitectura y los efebos que por la defensa del legado de Roma. Pero ¿hasta qué punto es fiel este retrato? ¿Por qué hoy sigue siendo importante su figura?

    De origen hispano, su familia hizo fortuna con el aceite de oliva, pero la muerte de su padre, cuando él tenía diez años, lo arrastró a la vida militar

    Hoy se cree que Adriano fue un político y un estratega militar verdaderamente formidable. El político por antonomasia, carente de escrúpulos pero dotado de gran encanto personal, despiadado pero también afectuoso. Hasta cierto punto fue un advenedizo en la cúpula del imperio y, sin embargo, consiguió todo cuanto se propuso. De origen hispanorromano, su familia había hecho fortuna con el comercio de aceite de oliva, el bien más preciado en el Imperio romano. Su padre murió cuando él tenía diez años, por lo que se vio arrastrado a la vida militar. Eso le permitió adquirir conocimiento de primera mano sobre la política, las campañas militares y la administración provincial del imperio. Tras colaborar estrechamente con el emperador Trajano, también de origen hispano, éste lo nombró su sucesor cuando estaba ya en el lecho de muerte.

    Fue un político por antonomasia, carente de escrúpulos pero con un gran encanto, y un formidable estratega, tan despiadado como afectuoso

    En el plano militar, Adriano había conocido de primera mano las privaciones causadas por las campañas excesivamente ambiciosas de Trajano y los peligros derivados de una desmesurada conquista de territorios no sustentada con el necesario número de tropas. Su primera decisión como emperador fue la de retirar las divisiones romanas de Mesopotamia y restablecer la frontera del Éufrates. En Germania creó toda una marca de fortines amurallados con madera y hierba; en Bretaña hizo construir el muro del Tyne al Solway; y en África del Norte estableció defensas contra los nómadas y los rebaños de cabras que pululaban por el límite septentrional del desierto. Esas fronteras no eran simples estructuras de defensa militar. Eran también símbolos políticos, como sucedía en el caso de la muralla de Adriano que separaba a los britanos romanizados de los que no lo estaban.
    El círculo de acero establecido en torno al imperio permitió que Adriano se embarcara en varios proyectos grandiosos. Como emperador, tuvo libertad para explotar su amor por la arquitectura y poner en marcha las obras de varios edificios significativos que hoy forman parte del legado cultural romano. En la capital del imperio hizo construir edificaciones tan memorables como el monumental templo de Venus y el magnífico Panteón, que no sólo representaba la aspiración de Adriano a mantener el imperio unido, sino que también señaló la aparición de un nuevo estilo arquitectónico que a lo largo de los siglos iba a influir en numerosos edificios de todo el mundo. El actual Castel SantAngelo fue originalmente construido como el mausoleo del propio Adriano. A todo esto, el emperador también encargó para sí una residencia tan enorme como suntuosa en Tívoli. Al pasear hoy por las ruinas de la Villa Adriana, uno entiende algo mejor al hombre que la creó y llega a atisbar la forma en que entendía su propio lugar en el mundo. Y fue su celebrado amor por la cultura griega el que inspiró también las variadas obras que impulsó en Atenas.
    Las inclinaciones emocionales de Adriano y su pasión por todo lo griego se fundieron en la relación que mantuvo con el joven Antinoo, originario de la actual Turquía. Si bien las fuentes apenas se refieren a ella, esta historia de amor es, sin duda, una de las más legendarias del mundo clásico. La misteriosa muerte de Antinoo en el Nilo originó un culto grecoegipcio al héroe sin parangón en el mundo heleno.
    Respecto a la admiración de Adriano por la cultura griega, no hay duda alguna. Pero también había poderosas razones estratégicas que la alimentaban. En su reinado, la población grecoparlante del imperio era numerosísima, por lo que su lealtad era esencial. A Adriano le vino que ni pintada la inmersión en el lenguaje y las tradiciones del mundo griego. Una estatua descubierta en África del Norte resulta muy reveladora en este sentido. Adriano aparece en ella erguido y orgulloso, vestido con toga griega. Reproducida en incontables libros, la estatua fue inmediatamente trasladada al Museo Británico, donde se exhibe como muestra elocuente de la pasión griega de Adriano. Y, sin embargo, se trata de otra muestra de nuestra inexacta comprensión de este complicado personaje. La cabeza, que con toda seguridad es la de Adriano, no termina de encajar con el cuerpo. Las dos piezas fueron ensambladas de forma incorrecta después de su excavación en atención a la leyenda del emperador.
    Roma necesitó tres legiones para sofocar la revuelta de los judíos, y Adriano decidió recordarle a Judea que en el imperio estaba vetada la disensión. La revuelta se saldó con la muerte de casi 600.000 judíos. No es de extrañar que el nombre de Adriano aparezca en el Talmud acompañado por la frase: «Que sus huesos se pudran por siempre».

    jueves, 8 de junio de 2017

    viae romanae



    Crean un mapa basado en las calzadas romanas del año 125 d.C recorriendo Europa, Oriente Medio y el norte de África. En España encontramos paradas tan conocidas como Hispalis (Sevilla), Toletum (Toledo) o Asturica (Asturias), que se encuentran enlazadas por cómo eran las vías del imperio.
    'Todos los caminos conducen a Roma', este dicho se ha hecho realidad tras la adaptación de las calzadas romanas del año 125 d.C, como si fuera un mapa del Metro que recorre Europa, Oriente Medio y el norte de África.
    El mapa es obra de Alexandr Sasha Trubetskoy, estudiante de economía en la Universidad de Chicago, que afirma, que el elemento creativo más importante fue la elección de los caminos y ciudades que se iban a incluir, ya que no podía incluir todas las calzadas romanas, solo las principales.
    Además, admite, que se tomó algunas algunas libertades con las rutas y los nombres utilizados, aunque en la mayoría de los casos se basó en las principales carreteras que existían en el siglo II d.C . No obstante, sigue teniendo un gran interés en los aficionados amantes de la historia antigua.
    En España encontramos las paradas de metro Hispalis (Sevilla), Toletum (Toledo) o Asturica (Asturias), que se encuentran enlazadas por como eran las vías del imperio.
    En el mapa podemos encontrar vías tan conocidas como la Augusta, que recorre desde Sevilla (Hispalia) hasta Tarraco (Tarragona) por la costa mediterránea.

    domingo, 2 de abril de 2017

    LOS DIAS Y LOS MESES

    Tenemos tantas cosas heredadas de la cultura romana que nos sería imposible nombrarlas todas. Y es que los romanos fueron la base de toda la cultura europea. Un ejemplo de ello son los días de la semana y los meses de año. El origen de sus nombres es romano y es que, después de tantos siglos, la cultura del quizás imperio más luminoso de la historia, sigue bien vigente.

    Los días de la semana

    El origen de los nombres de la semana se basaba en los siete cuerpos celestes, que eran los únicos que se conocían: el Sol y la luna, y los planetas Venus, Mercurio, Marte, Júpiter y Saturno. El nombre de la palabra semana hace referencia a este dato, ya que proviene de  “septimana” que significa “de siete
    • Lunes – Luna
    • Martes – Marte
    • Miércoles – Mercurio
    • Jueves – Júpiter
    • Viernes – Venus
    • Sábado – Saturno
    • Domingo – Sol
    En castellano, el sábado y el domingo cambiaron por influencia del sabbath judío y del día del señor (dominicus dies) respectivamente. Sien embargo, en el mundo anglosajón se han mantenido los referidos a los astros, Saturday y Sunday.

    Los meses del año

    El origen de nuestros actuales meses del año se encuentra en el antiguo calendario romano, que comenzaba en marzo.
    • Marzo – Martius, en homenaje a Marte, el dios de la guerra.
    • Abril – Aprlilis, “el que abre”, indicaba la época del año en que las plantas florecían.
    • Mayo – Maius, está asociado a Maya, la diosa de la primavera.
    • Junio – Iunius, “el más jovén”, hace referencia a Licio Julio Brutusuno de los fundadores de la república romana tras el fin de la monarquía.
    • Julio – Quintilis, “el quinto”, la forma en que Marco Antonio homenajeó a Julio César.
    • Agosto – Sextilis, “el sexto”, pasó de hacer referencia a Seres, diosa de la agricultura, a homenajear al emperador Augusto.
    • Septiembre – September, “el séptimo”.
    • Octubre – October, “el octavo”.
    • Noviembre – November, “el noveno”.
    • Diciembre – December, “el décimo”.
    • Enero – Ianuarius, ”el de la puerta”, dedicado al dios de los comienzos, Jano. Este mes comenzaban los trabajos en el campo.
    • Febrero – Februarius, “el de la purificación”, en referencia al ritual o festival de la purificación que se celebraba en Roma, de nombre februa.
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    lunes, 20 de marzo de 2017

    ARCO DE TITO



    A) CLASIFICACIÓN (fuente edu.xunta.es)
    TIPO: arquitectura y relieves romanos
    FUNCIÓN: conmemorativa, se levanta en honor del emperador Tito.
    NOMBRE: Arco de Tito
    ARQUITECTO: Anónimo. El pueblo romano y el Senado lo mandaron construir una vez muerto el emperador.
    CRONOLOGÍA: s. I después de C.

    LOCALIZACIÓN: Foro de Roma (Italia)
    ESTILO: Arte Romano



    B)ANÁLISIS

    Significado:
    Levantado para conmemorar la victoria de Tito sobre los judíos en el año 70.
    En el piso superior está colocado el epígrafe que recuerda el acontecimiento que motivó su construcción: Senatus populusque romanus divo Tito divi Vespasiano filius Vespasiano Augusto. El Senado y el pueblo de Roma al divino Tito, hijo del divino Vespasiano y a Vespasiano Augusto.
    El hecho de que Tito aparezca divinizado demuestra que el arco fue construido después de su muerte por encargo del Senado como afirma la inscripción (también pudo servir como tumba). 
    Análisis formal
    Es de mármol, con un sólo vano y doble alzado. 
    Combinación  arquitectura abovedada y adintelada.
    Consta de tres partes: podium, arco de medio punto flanqueado por dos grandes pilares con bóveda de cañón en su interior y entablamento formado por un arquitrabe, un friso que representa el desfile de las legiones romanas en Jerusalén y una cornisa que soporta el ático donde se encuentra la inscripción con la dedicatoria.

    Tiene una ornamentación muy sobria. Está adornado con columnas de fustes estriados y lisos y entablamentos clásicos, presenta capiteles compuestos que combinan las volutas jónicas con los acantos corintios. 

    Una linea de imposta separa el zócalo del cuerpo principal, en el que destacan cuatro semicolumnas con capiteles compuestos, situadas en los ángulos de los pilares. 

    A ambos lados del gran arco hay vanos ciegos.

    En la bóveda del interior del  arco aparecen dos interesantes altorrelieves de gran formato colocados a ambos lados en el cuerpo central del pilar, alusivos a la conquista del emperador Tito de la ciudad de Jerusalén.


    En el de la derecha se representa al emperador Tito en su entrada triunfal en Roma, en un gran carro  coronado por la Victoria y en el otro, una comitiva con el botín tomado en Jerusalén: candelabro de los siete brazos y parece ser que la famosa mesa de oro del templo de Salomón. Los relieves tienen un gran valor histórico, narran con gran realismo las victorias y utilizan símbolos que nos permiten conocer los rasgos esenciales de este pueblo. 
    Para logran profundidad y perspectica esculpen utilizando el alto relieve, medio y bajo.


    COMENTARIO
    El arco de Tito es un claro ejemplo de como el arte romano está al servicio del poder, se levanta para conmemorar  la conquista de Jerusalén. Este tipo de obras conmemorativas se construían en las grandes calzadas que daban acceso al Foro; por las puertas pasaban los generales con sus tropas victoriosas.

    Los romanos son grandes ingenieros y arquitectos, supieron crear un arte pragmático y ecléctico, aquí observamos cómo unen elementos arquitrabados con abovedados, arquitectura y escultura para cantar las grandezas de Roma en un momento de gran expansión militar, territorial y política como corresponde al Imperio del siglo I coincidiendo con la Pax Romana y en plena Romanización
     Se trata de una arquitectura propagandística, que narra las victorias militares de sus generales y emperadores, la grandeza de Roma.
    Junto al arco de Tito destacan otros arcos como  el de Séptimo Severo, o el de Constantino de tres vanos, en España destaca el de Bará en Tarragona.
    Otro tipo de construcciones conmemorativas fueron las columnas, la más famosa es la de Trajano. 
    Los arcos de triunfo  tuvieron una enorme repercusión posterior, sobre todo a partir  del  Barroco y  durante los  siglos XVIII y  XIX.
    Puertas como la de Brandenburgo en Berlín, el Arco de Triunfo en París, la Puerta de Alcalá en Madrid se inspiran en los modelos romanos.
    DE:http://anacob3.blogspot.com.es/2013/10/obras-conmemorativas-romanas-arco-de.html